Pasear entre tumbas, entre nombres y fechas, entre historias anónimas, nos ayuda a pensar en nuestra vida, cuando los que nos rodean ya no nos pueden hacer partícipes de las suyas, pero siempre hay algo que nos sorprende y nos permite que por un momento aquellos que descansan vuelvan por un momento a la vida.
Volviendo de visitar el lugar donde reposan los restos de mi
padre en el cementerio de mi ciudad, hace unos meses me sorprendió el enrejado
oxidado de un pequeño panteón que a pesar del tiempo conservaba intacta la
inscripción que identificaba a su morador.
Don Enrique de Torres, Capitán del Regimiento de Lanceros
del rey, fallecido el 7 de Julio de 1.875 en la Batalla de Treviño.
Seguramente casi nadie de los que hoy habitamos estas
tierras seamos conocedores de lo que sucedió muy cerca de aquí en aquellas
fechas y mucho menos conozcamos el nombre de este Capitán que reposa entre los
nuestros.
Pero su historia, hoy olvidada por nosotros, en aquellos
años no fue anónima, su imagen y su tragedia fue recogida por los grabadores de
su época, pioneros de los reporteros gráficos, y hoy podemos poner rostro a
este hombre y a la acción en la que participó y murió.
El 7 de Julio de
1.875, tuvo lugar la gloriosa batalla de Treviño en la que, estando muy
comprometido el ejército liberal por 7 Batallones Carlistas que le envolvían y
acosaban, el Coronel de Lanceros del Rey, D. Juan Contreras Martínez, al frente
de 98 lanceros cargó a degüello, aniquilando al 3º Batallón de Navarra y al 4º
de Alava, que dejaron 500 muertos y 61 prisioneros. También penetró y
desorganizó las demás formaciones carlistas, en una segunda carga y viendo que
el enemigo se reorganizaba, con sólo 60 jinetes dio una tercera y definitiva
carga en la que murieron heroicamente el Capitán D. Enrique Torres Cañamas y
los lanceros Antolín Ruiz y Marcial Iguacil, quedando heridos 18 más.
Esta es la crónica de un bando y la imagen romántica de la
gloria de los que vencieron, pero sin
menospreciar el valor de unos y otros, el horror de la historia de nuestro
pueblo, con heridas abiertas desde el
sio XIX , imágenes como éstas tendrían
que hacernos reflexionar cuando seguimos discutiendo sobre nuestra idea de
nación.
Cuando el Alferez Valdés recoge el cuerpo sin vida del
Capitán Torres, lleva sobre su espalda todo el dolor de la muerte de miles de
españoles que con uno u otro uniforme se batieron durante décadas , tras
banderas de distintos Borbones, pero que en el fondo luchaban por defender sus
modos de vida, más o menos manipulados, los unos por aquellos que con ideas
liberales perseguían dar una vuelta a una sociedad atrasada de la que querían
salir rompiendo con los privilegios del Antiguo Régimen y los otros aferrándose
a sus tradiciones y a sus antiguos derechos que no querían perder.
Entre, monarcas y nobles sin escrúpulos y burgueses
ambiciosos, España se desangró y quedó anclada en un atraso que nos arrastró
por el siglo XX, siempre en el vagón de cola.
Hoy, que después de unos años en los que nos hemos sentido
orgullosos de ser los mejores, la crisis
nos ha vuelto a la realidad, no está de más que miremos de reojo el cuerpo sin
vida de Enrique de Torres.
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