El resto “Schloss Hartheim” y Ravensbrück eran lugares que nos sonaban, ambos eran centros de reclusión, uno un castillo y el otro un Campo de Concentración, las últimas fechas en los años 41 y 44 eran las fechas de su muerte. Evidentemente estábamos ante el homenaje a dos de los millones de deportados y asesinados por el nazismo en aquellos doce años de dramática historia.
Las primeras palabras indicaban que allí vivieron aquellas dos personas. Después de este tropiezo con la no tan lejana realidad que vivió Europa, la inmersión en la ciudad de los Príncipes Arzobispos y de la Música Clásica ya no fue lo mismo. En mi cabeza quedaron las imágenes doradas de aquellos nombres y la búsqueda de sensaciones, entre las calles cargadas de turistas, de los que se opusieron a un régimen que indudablemente estaba apoyado por la mayoría de la población austriaca.
Curiosamente los únicos lugares que se pueden encontrar en la ciudad relacionados con esa oposición son los que muestran la ruta de la película Sonrisas y Lágrimas, donde el patriótico austriaco Coronel Von Trapp se oponía a los nazis. Pero esta edulcorada historia no creo que tenga mucho que ver con la tragedia que vivieron Gottfried y Jacob.
“Es un homenaje al gitano, al judío, al eslavo, al homosexual, al Testigo de Jehová, al disidente político; al vecino, al estudiante, al diputado, al ama de casa, al obrero, al discapacitado, al vagabundo que compartió edificio, hogar, trabajo, aula, calle, ruta y saludos y que un día fue arrebatado de su entorno cotidiano, como si jamás su presencia hubiera formado parte de la aldea, del barrio, de la ciudad. Desaparecido. Muerto. Olvidado.”
Con estas placas, hechas de forma artesanal, el autor quiere que frente a la masacre, hecha indiscriminadamente, de una forma industrial, el recuerdo sea concreto e individual. Cada pieza tiene un coste de 95 euros y muchas están sufragadas por familiares y amigos. Son ya más de 35.000 las colocadas a pie de calle y todas llevan una leyenda que precedida por “Aquí vivió, o trabajó, o fue asesinado” indica el nombre y las fechas de nacimiento y muerte. En algunos casos como las que descubrimos en Salzburgo indican cual fue su destino. La iniciativa no estuvo exenta de polémica en sus inicios y a pesar de la negativa de ciudades alemanas como Munich, donde se negó expresamente el permiso para su colocación, el proyecto avanza imparable y está previsto que los adoquines salgan de Europa. Es difícil cerrar las heridas, pero iniciativas valientes como la de Demning que bajo la premisa de que “una persona solo se olvida cuando se olvida su nombre”, acerca a las nuevas generaciones la realidad que los jóvenes europeos, en muchas ocasiones, no conocen porque los que les precedieron quisieron olvidar.
Sin ánimo de buscar reproches la iniciativa es fantástica, con nosotros consiguió lo que buscaba, tropezamos y conseguimos recordar.
Contra la voluntad de sus verdugos, Gottfried y Jacob vivirán por siempre.
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